¿Qué hay después de Alperovich? Solamente Alperovich, es la respuesta que retumba en la Casa de Gobierno. 2015 no está ni tan lejos ni muy cerca. Pero siempre a tiro del síndrome del pato rengo, ese que llevó a Ramón Ortega, Antonio Bussi o Julio Miranda a transitar el último tramo de sus mandatos en picada y sin futuro político. Alperovich lo sabe; por eso siempre apela al eterno juego de la duda.
No habrá reforma constitucional, pero si hay algo que cambiar, bienvenido sean los cambios, dice. Hoy no aspira a la reelección indefinida, pero su proyecto político gira a su alrededor. Es difícil pensar hoy que Beatriz Rojkés puede ser la sucesora, como también es prematuro sostener que Domingo Amaya sea la alternativa para la gobernación. Mucho menos Osvaldo Jaldo, que también tiene serias aspiraciones. Cada uno de ellos sembró en las elecciones de ayer semillas que pueden germinar en los próximos años. Y Alperovich es el jardinero que se encarga de cuidarlas...o no. Ese juego de la duda le ha permitido a Alperovich sostenerse durante ocho años. Y mirar a todos desde lo más alto, aún en tiempos en que el kirchnerismo lo miraba con desconfianza.
Ahora las cosas cambiaron. El gobernador goza del calor de la Casa Rosada.
Mientras tanto, el mandatario observa quiénes serán sus aliados locales. Por eso se quedó esta madrugada en su despacho de la Casa de Gobierno a seguir el escrutinio. Ya no le importaba el resultado final de la elección de gobernador. Ahora quiere saber cómo se conformará la próxima Legislatura. Una certeza entre tanta incertidumbre: los cambios de nombres no modificarán la relación con el poder. Eso, para Alperovich, significan otros cuatro años de tranquilidad. Reforma constitucional y reelección indefinida seguirán siendo las dudas.